Taleb al-Majli recuerda fácilmente su número de identificación de detenido de la infame prisión iraquí de Abu Ghraib, donde estuvo recluido hace más de 20 años, números que quedaron grabados para siempre en su memoria. "Todos los días sigo pensando en lo que me pasó", explica el hombre de 58 años, quien dice que los soldados estadounidenses lo torturaron y humillaron en la prisión. Está sentado en el duro suelo de un pequeño apartamento, en su mayor parte sin amueblar, que alquila en Bagdad. "Vive dentro de mí y nunca me deja en paz. No puedo empezar a sanar hasta que obtenga justicia por lo que me hicieron”.
La tortura y el abuso de los detenidos por parte de los soldados de los Estados Unidos en Abu Ghraib llegaron a los titulares y transmitidos desde salas de prensa de todo el mundo cuando se publicaron fotografías en abril de 2004 que mostraban a un hombre encapuchado de pie sobre una caja con cables eléctricos enlazados a sus dedos, junto con hombres desnudos atados como perros o forzados a adoptar posiciones sexuales, mientras los soldados estadounidenses posaban alegremente a su lado. Majli le dice a The Real News Network que aparece en una de estas imágenes, en la que detenidos desnudos con bolsas en la cabeza se apilan unos encima de otros en una inquietante pirámide humana. Dos soldados estadounidenses, Sabrina Harman y Charles Graner, sonríen y levantan el pulgar. "Lo único en lo que podía pensar en ese momento era que desearía haber muerto antes de experimentar esto", dice Majli, jugando con sus pulgares. "Me robaron mi humanidad. Todavía no he podido procesar lo que me ocurrió allí”.
Durante más de dos décadas, nadie de Abu Ghraib —ni otras víctimas de tortura durante la guerra de Estados Unidos en Irak— recibió indemnización del gobierno de Estados Unidos ni de sus contratistas militares privados. Majli sigue siendo uno de los que no han recibido reparación por lo que sufrió.
Pero, en noviembre del año pasado, algo histórico ocurrió en un tribunal de Virginia. En 2008, tres ex detenidos de Abu Ghraib, que fueron torturados en el centro, demandaron a CACI Premier Technology, Inc., con sede en Virginia, que fue contratada por el ejército estadounidense para proporcionar servicios de interpretación en Abu Ghraib. La demanda federal, Al Shimari contra CACI Premier Technology, Inc., alegó que CACI participó en una conspiración para cometer actos ilegales, incluyendo tortura y crímenes de guerra.
Después de 15 años de litigio, el jurado falló a favor de los demandantes, ordenando a CACI a pagar 42 millones de dólares a los exdetenidos, lo que representa la primera vez que las víctimas de tortura durante la era posterior al 11 de septiembre han recibido una compensación. El caso es también la primera demanda en la que las víctimas de tortura y tratos crueles por parte de Estados Unidos llevan a juicio su caso en un tribunal estadounidense.
Tras esta victoria histórica, otros exdetenidos de Abu Ghraib esperan que este caso renueve las posibilidades de obtener una reparación por los crímenes a los que se enfrentaron hace dos décadas. Grupos de derechos humanos plantean que esto podría abrir una vía legal para que otras víctimas de tortura por parte de Estados Unidos presenten demandas contra los contratistas militares y de seguridad privados. Otros, sin embargo, dudan de que el caso pueda ser fácilmente reproducido por otros.
Durante el gobierno de Saddam Hussein, Abu Ghraib, ubicada a 32 kilómetros al oeste de Bagdad, fue una de las prisiones más infames del mundo con torturas, ejecuciones semanales y condiciones de vida viles. Llegó a albergar a decenas de miles de presos políticos a la vez. Después de la invasión estadounidense a Irak en 2003 y el derrocamiento de Saddam, se transformó en una prisión militar estadounidense.
Majli fue detenido en octubre de 2003, cuando lo aprehendieron en las calles mientras visitaba a su tío en la provincia occidental de Anbar en Irak. "Estaban arrestando a todos los hombres", relata Majli, que tenía unos 36 años en esa época. "Me ataron las manos con bridas y me pusieron una capucha en la cabeza. Era inocente y me llevaron sin motivo alguno”.
Después de unos días en el campamento de Habbaniyah, en Anbar y en otro lugar desconocido, Majli fue trasladado a Abu Ghraib, donde permaneció durante 16 meses. Nunca fue acusado de delito alguno ni se le informó el motivo de su detención. Según un informe del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que se filtró, oficiales de inteligencia militar de las fuerzas de la coalición liderada por Estados Unidos en Irak admitieron que entre el 70 y el 90 por ciento de los iraquíes detenidos después de la invasión de Estados Unidos fueron arrestados por error.
Majli le dice a TRNN que lo mantuvieron en confinamiento solitario durante casi un mes, lo cual está prohibido según el derecho internacional. "Lo único en lo que podía pensar era en el suicidio", dice, y agrega que trató de usar la luz del techo de su celda para electrocutarse. "Los guardias estadounidenses me dijeron que detrás de la celda [de aislamiento] hay una trituradora que se usó durante Saddam y, por tanto, si querían, podían triturarme y arrojar mis restos al río y nadie se enteraría jamás".
Majli relata que fue atacado por perros sin bozal, le ordenaron que se desnudara mientras los soldados le arrojaban agua helada durante los fríos meses de invierno, y lo golpearon directamente en los genitales con un palo. Además de la pirámide humana, los soldados lo obligaron a recrear posiciones sexuales con otros reclusos masculinos mientras estaba desnudo y con los ojos vendados, aunque no está seguro de si los soldados tomaron fotos de ello.
Majli dice que los soldados estadounidenses también dispararon munición real contra los prisioneros. Con sus propios ojos, presenció cómo mataron a dos reclusos y sacaron sus cuerpos de la prisión en bolsas para cadáveres. Majli también contrajo neumonía después de que los guardias inundaran su celda con agua fría como táctica para evitar que los prisioneros descansaran.
"Nunca imaginé que los seres humanos fueran capaces de tales cosas", dice Majli, llevándose los nudillos a la boca y mordiendo la piel, un tic nervioso que contrajo en Abu Ghraib. "Me sentí tan asustado y nervioso todo el tiempo en la prisión que comencé a morderme los nudillos incontrolablemente. Incluso ahora, me muerdo la piel de los nudillos y los brazos cada vez que recuerdo mi tiempo en prisión. No puedo evitarlo”.
Cuando Majli fue liberado en febrero de 2005, su calvario continuó. Quedó sin un centavo y psicológicamente afectado, sufriendo pesadillas y una ira incontrolable por lo que soportó.
Según Sarah Sanbar, investigadora de Human Rights Watch (HRW), debido a la naturaleza sexual de las fotos publicadas, los ex detenidos de Abu Ghraib se enfrentan a un estigma extremo en la sociedad conservadora de Irak. Por lo tanto, muchos sobrevivientes de la tortura tienen demasiado miedo de hacer públicas sus experiencias. "Mucha gente simplemente no quiere presentarse", explica Sanbar. "Las personas que se presentan se enfrentan a la marginación y la estigmatización dentro de la comunidad. Otros también son acosados por contratistas y soldados por hablar. "Así que en realidad no sabemos cuántas otras víctimas de tortura hay en Abu Ghraib", añade.
Después de que Majli hiciera públicas sus experiencias en la prisión, su esposa solicitó el divorcio y sus hijos sufrieron acoso en sus escuelas, hasta que finalmente, abandonaron los estudios. También se ve obligado a mudarse cada vez que sus vecinos se enteran de que fue detenido en Abu Ghraib. "Esta es la novena casa a la que me he mudado en Bagdad", dice Majli a TRNN, mirando nerviosamente hacia la ventana.
A pesar de los intentos del gobierno de Estados Unidos de presentar los abusos en Abu Ghraib como un incidente aislado, los expertos en derechos humanos afirman que estos abusos fueron indicativos de un sombrío patrón de tortura que caracterizó a la guerra de Irak y a la llamada Guerra contra el terror. Lo único inusual de los abusos en Abu Ghraib fue que fueron fotografiados y mostrados al mundo, dice Sanbar. Pero la tortura y el maltrato generalizados de los detenidos, que a veces fueron más extremos que en Abu Ghraib, han sido documentados en numerosos lugares administrados por el ejército estadounidense en todo Irak.
Suhail al-Shimari, Salah al-Ejaili y Asa'ad al-Zubae, los tres demandantes del caso con sede en Virginia, fueron sometidos a semanas y meses de graves malos tratos, humillaciones, degradación y negación de su humanidad mientras se encontraban en el "lugar duro" de Abu Ghraib, donde se llevaron a cabo los actos de tortura más severos. Los demandantes describieron haber sido agredidos sexualmente, sometidos a descargas eléctricas, privados de sueño, obligados a adoptar posiciones de estrés—lo que resultó en que uno de los hombres vomitara líquido negro—obligados a usar ropa interior de mujer y amenazados con perros. Shimari fue arrastrado por toda la prisión con una cuerda atada alrededor de su cuello. Sin embargo, ninguno de los hombres aparece en las fotos destacadas, en las que Majli dice que aparece. A diferencia de Majli y otras víctimas de la tortura estadounidense, estos tres hombres lograron su audiencia en la corte y obtuvieron un fallo favorable.
Los tribunales estadounidenses han desestimado repetidamente casos similares contra el gobierno federal debido a una ley de 1946 que preserva la inmunidad de las fuerzas estadounidenses para las reclamaciones que surjan durante la guerra. Dado que Estados Unidos no es parte del Estatuto de Roma, que fundó la Corte Penal Internacional (CPI), los crímenes de guerra son investigados internamente por el ejército estadounidense, un proceso que ha fracasado continuamente en proporcionar reparación a las víctimas.
Grupos de derechos humanos consideran poco común que 11 oficiales militares estadounidenses fueran condenados por delitos relacionados con el escándalo de Abu Ghraib a partir de 2004, varios de los cuales recibieron sentencias de prisión que van desde unos pocos meses hasta varios años. Sin embargo, "Abu Ghraib es un síntoma de un cáncer mucho más grande dentro del gobierno de Estados Unidos", explica Yumna Rizvi, analista principal de políticas en el Centro para las Víctimas de la Tortura (CVT). "Lo que ocurrió en Abu Ghraib no es un hecho aislado, sino que forma parte de la política de tortura de la Guerra contra el Terrorismo de la administración Bush. Existen innumerables otros casos de tortura que no se fotografió ni se captó en video y nunca atrajeron la atención de los medios de comunicación. Esas víctimas fueron esencialmente olvidadas y los responsables nunca fueron castigados”.
Debido a la inmunidad otorgada al gobierno de los Estados Unidos, el Centro para los Derechos Constitucionales (CCR), que presentó la demanda en nombre de los demandantes, decidió demandar a CACI en los tribunales de los Estados Unidos a través del Estatuto de reclamación por agravios contra extranjeros (ATS, por sus siglas en inglés). Este estatuto permite a personas no estadounidenses presentar demandas civiles ante los tribunales federales de los Estados Unidos en casos relacionados con violaciones del derecho internacional. A lo largo de los años, varias decisiones de la Corte Suprema han limitado en gran medida el alcance de la ATS.
Mientras que dos de los demandantes testificaron desde Irak, Ejaili, un ex periodista de Al Jazeera que ahora vive en Suecia, viajó a Estados Unidos para testificar. "Básicamente, entró en la corte del Imperio, se mantuvo firme y exigió que se les escuchara", explica Baher Azmy, director legal de CCR. "Y este jurado estuvo de acuerdo". CACI está apelando la decisión y probablemente intentará llevarla hasta la Corte Suprema de Estados Unidos, según Azmy.
Los expertos en derechos humanos esperan que este caso pueda marcar el camino para que otras víctimas de tortura por parte de Estados Unidos busquen reparación de contratistas militares y de seguridad privados.
"Espero que veamos a más personas presentando solicitudes bajo el ATS", dice Rizvi, de CVT. "Espero que esto cree un precedente [legal] y arroje algo de luz sobre aquellos que han estado esperando justicia durante mucho tiempo".
Majli intentó obtener una indemnización del gobierno estadounidense durante años después de su liberación, solicitando ayuda al Colegio de Abogados de Irak en Bagdad; sin embargo, le informaron que ellos no se ocupaban de esos casos. También se puso en contacto con el Ministerio de Derechos Humanos de Irak, pero además de proporcionarle una carta que confirmaba que estaba en su sistema como ex prisionero de Abu Ghraib, no pudieron ayudarlo. Desde entonces, ha estado estancado sin ninguna vía legal en Irak para buscar reparación del gobierno de Estados Unidos por los abusos. "Todos los demás iraquíes abusados en Abu Ghraib, incluyéndome, merecemos una compensación financiera que nos permita sanar y reconstruir nuestras vidas”, dice Majli a TRNN.
La noticia de la histórica victoria legal en noviembre le ha ofrecido a Majli una luz de esperanza, al considerar que esta podría ser una nueva vía para obtener justicia por los abusos que aún lo atormentan.
Sin embargo, según los expertos, es probable que esta victoria judicial no sea útil para otras víctimas de tortura en Abu Ghraib. Si bien la ATS no establece un plazo de prescripción específico, los tribunales suelen considerar un límite de 10 años. Por lo tanto, resulta muy poco probable que un tribunal estadounidense admita casos ocurridos de hace más de 20 años.
Según Sanbar, de HRW, también hay limitaciones para que otras víctimas más recientes de tortura emulen este caso. "El contexto en el que se produce gran parte de esta tortura es que te recogen de la calle y te envían a un centro de detención", explica Sanbar. "No hablas el idioma de tus captores, no puedes reconocer los diferentes emblemas o uniformes y, en muchos casos, ni siquiera sabes quién es la persona que te está torturando”.
El caso de CCR se vio enormemente beneficiado por el hecho de que el gobierno de los Estados Unidos llevó a cabo extensas investigaciones sobre los abusos en Abu Ghraib, cuyos informes fueron publicados al público, y señalaban específicamente el papel de CACI en los actos de tortura y maltrato. En otros casos que no provocaron la indignación que provocó Abu Ghraib, la información no se comparte públicamente. "En futuros casos, será muy fácil para el gobierno negar el acceso a la información por motivos de seguridad nacional", dice Sanbar.
El gobierno de Estados Unidos también ha emitido órdenes de silencio desde hace tiempo contra los detenidos en Bahía de Guantánamo, que se ha convertido en un símbolo de tortura, rendición, y detención indefinida sin cargos ni juicio. Más recientemente, se reveló que parte del acuerdo de culpabilidad de Khalid Shaikh Mohammed, el presunto cerebro detrás de los ataques del 11 de septiembre, incluye una orden de mordaza de por vida para hablar sobre aspectos de su tortura por parte de la CIA. Además, el Congreso ha despojado constitucionalmente a los tribunales federales de la jurisdicción sobre las demandas por daños y perjuicios de los ex detenidos en Guantánamo.
A pesar de estos obstáculos, la victoria judicial sigue siendo extremadamente significativa, sobre todo porque envía un mensaje a los contratistas de seguridad privada de que pueden ser considerados responsables de los abusos que cometen en el extranjero. "Básicamente, esto pone sobre aviso a todos los demás contratistas militares y de seguridad de todo el mundo, sin importar en qué ámbito o conflicto operen", dice Sanbar a TRNN. "Pueden y serán responsabilizados por sus acciones en el extranjero si incurren en malos tratos, torturas o crímenes de guerra”.
Sanbar enfatiza que esta victoria judicial no debe desviar la atención del hecho de que el gobierno de Estados Unidos tiene la obligación, según el derecho nacional e internacional, de proporcionar reparación y compensación por los daños que ha causado, "tanto en términos de responsabilizar a sus propios soldados como de proporcionar reparación a las víctimas". "Actualmente no existe una vía legal para que las personas que afirman haber sido torturadas o maltratadas por funcionarios estadounidenses puedan ver sus casos escuchados o para que soliciten una indemnización", añade.
"Mi corazón no puede sanar sin justicia", dice Abdelrahman Muhammad Abed, de 50 años, quien fue detenido por soldados estadounidenses en diciembre de 2005, casi dos años después de que las primeras fotos de Abu Ghraib se hicieran públicas a los medios de comunicación, conmocionando al mundo entero.
La indignación pública que siguió al escándalo de Abu Ghraib en 2004 no impidió que los soldados estadounidenses maltrataran y humillaran a Abed inmediatamente después de su arresto, durante el cual Abed, junto con su hermano y su sobrino, fueron golpeados por los soldados, incluso con la culata de sus rifles; también se les obligó a desnudarse hasta quedar en ropa interior. Los trasladaron a un campamento militar administrado por Estados Unidos donde se estaba llevando a cabo una fiesta entre soldados. "Había un DJ y los hombres y mujeres bailaban juntos", relata Abed, moviendo nerviosamente la pierna de arriba abajo mientras está sentado en una silla en su casa en Bagdad. "El soldado me tiró al suelo y comenzó a bailar, pateando arena y polvo en mi cara y boca”.
Según Abed, los tres hombres, que permanecían solo en ropa interior, fueron obligados a pararse frente a hoyos recién cavados en el suelo, que parecían tumbas. "El traductor que trabajaba para los soldados nos dijo que ahora nos ejecutarían, así que debíamos decir nuestras últimas palabras". Los obligaron a permanecer de pie frente a las tumbas durante aproximadamente una hora, mientras sonaba música festiva a su alrededor. Luego, los soldados los golpearon de nuevo, dice Abed.
Estuvo detenido sin cargos ni juicio durante un año y medio en Camp Bucca, una vez referido como "la Bahía de Guantánamo de Irak", y en Abu Ghraib, donde estuvo detenido durante dos meses. "Durante semanas en [Abu Ghraib], me estuvieron golpeando constantemente. En mis manos, piernas y espalda con sus puños, pies y armas", dice Abed a TRNN. Abed deja de hablar bruscamente mientras contiene una ola de lágrimas. "A la mayoría de nosotros no nos gusta hablar de nuestras experiencias porque es demasiado doloroso", dice, recuperando lentamente la compostura. "Merezco una compensación de aquellos que abusaron de mí, no porque quiera dinero. Incluso si me pagaran 1 millón de dólares por cada día que estuve detenido injustamente, no sería suficiente, pero quiero reconocimiento por lo que me pasó.
Durante años después de su liberación, Abed dice que vivió con un miedo constante de que los soldados estadounidenses volvieran por él nuevamente. "Si escuchaba un ruido afuera, como el crujido de las hojas, me aterrorizaba, preocupado de que fueran los estadounidenses", explica.
"Los estadounidenses veían a todos los iraquíes solo como terroristas. Nos hicieron sentir como si no fuéramos seres humanos. Desde que era niño, escuché sobre Estados Unidos y el mundo occidental y cómo respetan los derechos humanos y la democracia. Pero la verdad es todo lo contrario".
Jaclynn Ashly es una periodista multimedia independiente que ha trabajado en varios países, principalmente en Medio Oriente, África y el Caribe. Es una narradora profunda, que se centra en temas como los derechos humanos, la cultura, la religión, la migración y el medio ambiente.
Foto: Jaclynn Ashly via The Real News Network.