Hace 200 años, el imperio británico trajo trabajadorxs tamiles de plantaciones, contra su voluntad, del sur de India a la región malaiyaha en Sri Lanka. Comunidades tamil del interior del país y makkals malaiyaha aún viven ahí, sus vidas continúan ligadas a las plantaciones y, por lo tanto, viven bajo sus leyes. Con el objetivo de remarcar este acontecimiento y protestar por la marginalización y las condiciones precarias que viven, lxs trabajadorxs de las plantaciones y sus aliadxs marcharon durante 16 días. Recorrieron los 250 km que separan Thalaimannar en el noroeste de Sri Lanka, donde desembarcaron en el siglo XIX, de Matale en la región malaiyaha. A lo largo del camino, realizaron una serie de eventos y encuentros para sensibilizar a otras comunidades de Sri Lanka acerca de la historia, luchas, contribuciones y aspiraciones de la comunidad tamil malaiyaha. Tienen un pedido simple: reconocimiento como ciudadanía libre e igualitaria de Sri Lanka.
El té de Ceilán, el "regalo al mundo" de Sri Lanka, simboliza el orgullo nacional en la escena global. En su 150° aniversario, el primer ministro Ranil anunció un plan para expandir un nuevo sistema de aparcería para aumentar la competitividad al bajar los costos de producción y los salarios. El gobierno también comenzó a privatizar una importante plantación de té en Kandy. Ese año, lxs trabajadorxs lideraron una serie de huelgas y protestas en los campos de té contra los nuevos requisitos de productividad respaldados por el gobierno, los recortes salariales y la pérdida de puestos de trabajo. El año pasado, lxs trabajadorxs destacaron la mucho más larga y oscura historia de 200 años de migración involuntaria, apatridia impuesta, explotación y marginalización.
Fr. Sathivel, responsable de la Organisation to Protect the Dignity of the Malaiyaha Community (Organización para la Protección de la Dignidad de la Comunidad Malaiyaha) y organizador desde hace tiempo de la comunidad tamil malaiyaha, explicó: "En estos 200 años, otras comunidades de Sri Lanka han tenido comodidades y oportunidades gracias al trabajo de lxs tamiles de las colinas". Además de la economía del té de Sri Lanka, "se desarrollaron caminos, trenes, puertos, escuelas y hospitales, en primer lugar, gracias a [su] trabajo físico [en las plantaciones] y, en segundo lugar, gracias al dinero que ganaron y [trajeron] del exterior". La comunidad tamil malaiyaha todavía está esperando ver el fruto de su trabajo. En los dos meses siguientes a la realización de la marcha, la gerencia de las plantaciones y personal de seguridad atacaron dos familias tamiles malaiyaha en dos campos diferentes y demolieron sus casas. A pesar de que no hay órdenes de desalojo formales, ambas familias permanecen desplazadas.
A mediados del siglo XIX, Gran Bretaña tomó como tierras de la corona una vasta cantidad de tierras forestales y "sin ocupar" en Sri Lanka y las vendió a bajo costo a agricultorxs británicxs. Sin embargo, luego de la abolición de la esclavitud, lxs británicxs no encontraban trabajadorxs para las plantaciones. El campesinado cingalés poseía y cultivaba sus propias tierras y no estaba dispuesto a trabajar las tierras nuevas por salarios bajos.
Para suplantar la mano de obra barata, Gran Bretaña importó a la casta oprimida de trabajadorxs del sur de la India bajo el sistema kangani. Lxs kanganis son supervisorxs y reclutadorxs que utilizan las deudas para obligar a lxs trabajadorxs. A partir de la experiencia de utilizar mano de obra contratada en las plantaciones del Caribe y América, Gran Bretaña creó fuerza laboral cautiva y migrante, que fue disciplinada con violencia y aislada en las plantaciones intencionalmente. Mientras quienes marcharon siguieron un camino asfaltado, en el viaje original, lxs trabajadorxs tuvieron que hacerse camino entre la jungla densa y peligrosa. Durante esos primeros viajes desde la Presidencia de Madrás a Ceilán entre 1823 y 1849, murieron un estimado de 160.000 personas.
Tras el colapso de las plantaciones cafetaleras debido a enfermedades, el té emergió rápidamente como el principal cultivo comercial de la región. Como el té requiere cuidados durante todo el año, lxs tamiles malaiyaha pasaron de ser fuerza laboral migrante a una comunidad permanente. Al emerger Sri Lanka como uno de los principales productores de té a nivel mundial, este producto se volvió central para su economía. Mientras la industria del té continuaba generando inmensas riquezas para lxs dueñxs de plantaciones británicxs y luego esrilanquesxs, la situación económica de lxs trabajadorxs permanecía empobrecida: vivían en habitaciones sobrepobladas, con frecuencia sin acceso a agua corriente, saneamiento, instituciones médicas ni escuelas.
Cuando Sri Lanka obtuvo la independencia en 1948, la mayoría cingalesa veía a lxs tamiles malaiyaha como extranjerxs en el incipiente estado y les negaba la ciudadanía, tierras y derechos laborales básicos. La comunidad tamil malaiyaha continúa con dificultades para acceder a estos derechos y es objeto de desplazamientos periódicos, hambrunas recurrentes, disturbios étnicos y pobreza constante. Además, las comunidades tamil autóctonas de Sri Lanka ejercen discriminación de castas contra las comunidades tamil de origen indio.
La lucha de lxs trabajadorxs fue poderosa entre 1920 y 1940. La comunidad tamil malaiyaha apoyó a partidos y sindicatos de izquierda, entre ellos al Ceylon Workers Congress (CWC, Congreso de lxs trabajadorxs de Ceilán) y al Lanka Sama Samaja Party (Partido Lanka Sama Samaja) que lideraba al All-Ceylon Estate Workers Union (sindicato de lxs trabajadorxs de haciendas). Estos sindicatos consideraban que lxs trabajadorxs de las plantaciones eran mano de obra esclava y luchaban para eliminar el trabajo forzado por deudas, asegurar el derecho de los sindicatos a negociar con las empresas y el Estado, establecer un salario mínimo y hacerle frente a lxs kanganis. La acción masiva y las huelgas a través de los sindicatos trajeron cambios significativos en la vida de lxs trabajadorxs de las plantaciones al establecer consejos salariales, construir escuelas adicionales e implementar un sistema de bienestar preliminar en los campos. Los sindicatos eran profundamente anti colonialistas y realizaron una serie de huelgas en las fincas como parte del movimiento independentista.
En la década de 1940, el poderoso movimiento obrero y el resultante poder político de lxs trabajadorxs de haciendas sembró temor en las élites cingalesas por el crecimiento de los movimientos de izquierda. Junto con el racismo y la discriminación por castas manifiestos hacia la comunidad tamil malaiyaha, este temor llevó a que la clase política cingalesa excluyera por completo a esta comunidad de la ciudadanía luego de la independencia de Sri Lanka.
El Estado de Sri Lanka privó a la comunidad tamil malaiyaha de sus derechos al promulgar nuevas leyes de ciudadanía que establecían que se debía probar ser natural de Ceilán, mediante documentos que demostraran que su padre, abuelo o bisabuelo nacieron allí. Sin embargo, estas pruebas de ciudadanía sólo eran necesarias en caso de que existiera "duda" al respecto, se sentó así un precedente legal mediante el cual la mayoría de las etnias obtuvieron ciudadanía pero la comunidad tamil malaiyaha fue selectivamente convertida en apátrida. Mediante la legislación lxs privaron de sus derechos y crearon una mano de obra cautiva ―y ahora apátrida. La ley también eliminó el voto para la comunidad tamil malaiyaha y redujo el poder de los partidos de izquierda a los que apoyaban. El CWC y otrxs dirigentes malaiyaha perdieron sus bancas en el parlamento. De todos modos, el CWC se convirtió en un sindicato muy poderoso con casi un monopolio en la representación tamil malaiyaha.
Aunque eran apátridas, la mayoría de lxs tamiles malaiyaha continuó viviendo en Sri Lanka hasta el pacto Sirimavo-Shastri de 1964. Con este pacto, 525.000 tamiles malaiyaha obtendrían la "repatriación" a la India y el resto la ciudadanía esrilanquesa. La "repatriación" fue un proceso violento que separó muchas familias de los dos países. La cantidad de tamiles malaiyaha en Sri Lanka se redujo a la mitad y lxs convirtió en una minoría aún más pequeña. Con las dificultades propias de la apatridia, las amenazas de repatriación forzada y la separación de las familias, los sindicatos cambiaron el foco de la lucha por derechos laborales y salariales a la demanda por derechos de ciudadanía.
En la década de 1970, se nacionalizaron las plantaciones. Sin embargo, la política de ceilonización o nacionalización que buscaba reemplazar trabajadorxs tamiles con trabajadorxs cingaleses perjudicó a lxs tamiles malaiyaha. La Wastelands and Crown Lands Act (regulaciones de las tierras de la Corona y tierras baldías) de la era colonial, que había servido de base para el establecimiento de plantaciones, generó la idea de que lxs trabajadorxs de las plantaciones eran beneficiarixs de la colonización que habían desplazado al campesinado cingalés. Esto llevó a que se les excluyera de los esfuerzos de redistribución de la tierra durante el gobierno nominalmente socialista de la década de 1970. Mediante estos esfuerzos por nacionalizar y redistribuir las plantaciones, gran parte de la tierra se le entregó al campesinado cingalés, dejando a muchxs tamiles malaiyaha sin hogar ni empleo. Se les exigió a las haciendas que contrataran campesinado cingalés de Kandy, lo que resultó en una pobreza generalizada, desempleo y desplazamiento para la comunidad tamil malaiyaha, parte de la comunidad comenzó a migrar hacia el norte y el este.
A pesar de que estos esfuerzos no tuvieron éxito a gran escala, despojaron a lxs tamiles malaiyaha de sus hogares y trabajos y sentaron un precedente para que el campesinado cingalés se apropiara de las tierras de lxs tamiles malaiyaha en los periodos de violencia antitamil. En aquella época, se produjeron episodios de hambruna debidos al aumento vertiginoso de los costos de las importaciones de alimentos, al estancamiento de los ingresos de exportación en una economía muy dependiente de las exportaciones y a la mala gestión del gobierno. Si bien fue un momento difícil para muchos en Sri Lanka, lxs tamiles malaiyaha lo sufrieron especialmente debido a la baja de los subsidios para el arroz que fue devastadora para quienes trabajaban por jornada. Además, el racismo antitamil y la falta de representación política agravaban aún más las dificultades en el acceso a las ya limitadas raciones de alimentos.
No obstante, la nacionalización presionó al gobierno para mejorar las condiciones sociales de lxs trabajadorxs como la vivienda, los servicios de salud y la educación. Lxs trabajadorxs de las plantaciones, que ahora eran empleadxs públicxs, esperaban mejora salarial y llevaron adelante una huelga de nueve días en abril de 1984. Como resultado, el gobierno accedió a las demandas por aumento salarial, reduciendo notablemente la brecha salarial por género.
Durante este periodo, el movimiento obrero estuvo en declive. La llegada del ajuste estructural en las décadas de 1980 y 1990 cambió el sector de las plantaciones. Se desmanteló el sistema de bienestar en las plantaciones. Además, el surgimiento de sindicatos "amarillos" aliados de la patronal y los partidos gobernantes diluyó el movimiento obrero, lo que provocó un cambio en la imagen que lxs trabajadorxs tenían de los sindicatos.
Tras la privatización, el gobierno esrilanqués cedió toda la responsabilidad sobre lxs trabajadorxs de las plantaciones, dejándolxs en manos de nueva dirección privada. Esto erosionó aún más los derechos laborales. Echaron a lxs trabajadorxs permanentes registradxs y lxs empujaron al trabajo informal sin jornadas laborales garantizadas. Al mismo tiempo, las ganancias de las haciendas propiedad del gobierno bajaron debido a la falta de inversión en replantar té. Con los cambios hacia la ganadería lechera y el cultivo de aceite de palma y por la venta de tierras a diferentes empresas, lxs trabajadorxs vieron aún más alterados sus medios de subsistencia. En medio de todos estos desafíos, la comunidad tamil malaiyaha sostuvo su lucha por derechos y reconocimiento. Muchxs de ellxs finalmente obtuvieron la ciudadanía en 1987, aunque luego de largos procesos. Para otrxs, el logro de la ciudadanía se mantuvo esquivo, poniendo de relieve la dificultad de su lucha por reconocimiento.
En los últimos años, las organizaciones obreras de lxs trabajadorxs tamiles malaiyaha han tomado impulso. Desde 2018 a 2020, miles de trabajadorxs realizaron una serie de protestas y huelgas en demanda por aumento de los jornales y en contra de las exigencias de productividad y recortes salariales impuestos por lxs propietarixs de las plantaciones. Lxs trabajadorxs de las plantaciones también se movilizaron para mejorar las condiciones de vida, dado que a las viviendas en los campos aún les falta saneamiento, agua corriente, instituciones médicas y escuelas. La pandemia del Covid-19 y la crisis económica también afectaron gravemente a la industria del té, cuya producción se redujo en casi una cuarta parte, y cuyos efectos han soportado en gran medida lxs trabajadorxs de las plantaciones.
Las grandes protestas populares de 2022 en Sri Lanka, la Aragalaya, desafiaron a la inflación. La comunidad tamil malaiyaha protestó junto a las comunidades esrilanquesas tamil, musulmana y cingalesa. Sin embargo, muchxs sintieron que las necesidades particulares de lxs trabajadorxs tamiles malaiyaha no se incorporaron de forma significativa en las demandas del movimiento. "[El liderazgo de la Aragalaya] no se involucró en las demandas políticas, económicas y sociales de lxs tamiles malaiyaha... [ni siquiera] la necesidad de nacionalidad o la cuestión de la propiedad de tierras", destaca Fr. Sathivel.
La comunidad tamil malaiyaha tiene una lista de demandas (ver debajo) entre las cuales se encuentran: acción afirmativa, reparto del poder político, un salario digno, protección jurídica, derechos lingüísticos del tamil, asegurar la posesión de la tierra y el reconocimiento de la historia, luchas, contribuciones e identidad cultural de la comunidad tamil malaiyaha.
La marcha tamil malaiyaha de julio de 2023 fue resultado de una lucha de siglos por dignidad, sueldos dignos, tierra y ciudadanía. La lucha está lejos de terminar. Como señala Fr. Sathivel el desafío en adelante será que la comunidad tamil malaiyaha visualice "cómo le gustaría ser reconocida de acá a 300 años".
Lo que también resta ver es cómo otros movimientos de resistencia organizados incluirán las reivindicaciones de lxs trabajadorxs de las plantaciones de forma más central y cómo las solidaridades y vínculos entre estos movimientos podrían cambiar y dar forma a los movimientos obreros, feministas, tamiles y contra la austeridad en los próximos años.
Aquí está la lista de demandas del National Christian Council of Sri Lanka (Consejo Nacional Cristiano de Sri Lanka) y un amplio grupo de organizaciones de la sociedad civil e individuos que son de la comunidad malaiyaha o que trabajan con ella:
Salam trabaja para construir una coalición política con personas de izquierda del sur de Asia. Trabajamos con organizaciones de la izquierda del sur de Asia e internacionalistas para fortalecer políticamente los movimientos liderados por la clase trabajadora inmigrante en la diáspora y apoyar los movimientos populares en el subcontinente.
Maynmai es una agrupación tamil, anticasta, feminista, multiétnica y multirracial.
Foto: Jamhoor